Los ordinariatos previstos por la nueva Constitución Apostólica son unas circunscripciones eclesiásticas personales, es decir, unos entes guiados por un Ordinario que se delimitan por un criterio personal (los fieles provenientes del anglicanismo o que tienen alguna relación familiar con alguno de ellos y que deciden libremente registrarse en el Ordinariato), en vez de estar delimitados territorialmente. No son las únicas circunscripciones personales. Actualmente existen las prelaturas personales previstas por el Código de Derecho Canónico, los ordinariatos militares y los ordinariatos apostólicos para fieles orientales (también llamados ordinariatos rituales).

Según la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus, el Ordinario no gobierna su circunscripción con potestad propia, sino con la potestad vicaria del Papa. En cambio, en las prelaturas personales y en los ordinariatos militares, el prelado o el ordinario gobierna con potestad propia.

 Es comprensible que la posibilidad de ordenar sacerdotes a los que eran pastores anglicanos casados haya centrado la atención de los medios de comunicación. Sin embargo, la normativa del celibato sacerdotal en la Iglesia latina no cambia. Lo que está previsto en la nueva Constitución Apostólica es sólo una medida encaminada a facilitar la plena comunión de estos fieles y tiene un carácter excepcional: como regla general, no se prevé que se pueda admitir a hombres casados para recibir la ordenación sacerdotal.

Las circunscripciones personales demuestran la gran capacidad de la Iglesia de adaptar sus estructuras a las necesidades de los tiempos y a las situaciones concretas de los fieles. Por ejemplo, con los ordinariatos militares la Iglesia desarrolla una actividad pastoral específica a favor del ejército, que lleva a los fieles a moverse de una parte a otra y a tener una condición de vida necesitada de una peculiar atención pastoral. Así como con las prelaturas personales se puede salir al paso de las especiales necesidades espirituales de diversos grupos humanos esparcidos por varias diócesis. Recientemente, la Santa Sede ha erigido estos ordinariatos personales pensados especialmente para las comunidades anglicanas hasta ahora separadas de Roma que quieren entrar en plena comunión con la Iglesia Católica, y desean  mantener algunas de sus características específicas. Por lo demás, la adaptabilidad de la organización eclesiástica a las reales necesidades pastorales de los fieles constituye uno de los puntos fundamentales del Concilio Vaticano II.